Vida de Oración
Nuestra relación con Dios
“La oración puede avanzar, como verdadero y propio diálogo de amor, hasta hacer que la persona humana sea poseída totalmente por el Divino Amado, sensible al impulso del Espíritu y abandonada flialmente en el corazón del Padre” (Novo Millenio Ineunte 33).
Amamos y guardamos cuidadosamente el silencio como clima indispensable para la unión con Dios. Hablamos lo necesario en voz baja.
Defendemos los espacios de una recta soledad y evitamos la dispersión.
Alimentamos nuestra vida interior con la meditación de la Palabra y de los Misterios de Dios. “María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón” (Lc. 2,19).
Nos centramos en Dios, para permitirle habitar gustosamente en lo más secreto de nuestro castillo interior.
Por la oración tomamos la “determinada determinación” de identificarnos con Jesús “Crucificado” para la gloria del Padre y salvación de muchos